COMPAÑEROS EN LA AFLICCIÓN | 2 Corintios 1:7

REFLEXIONES EN EL QUEBRANTO

Día 03: «Compañeros en la consolación«

Nunca antes había tenido tanto significado para mí el título “compañeros de milicia”. Pablo lo usa indistintamente para referirse a siervos que salieron con él a sus viajes misioneros, o a los siervos que ministraban lejos de él, o a la iglesia que le sustentaba y oraba por él mismo. Como cuando le dijo a los Filipenses: “..en mis prisiones, y en la defensa y confirmación del evangelio, todos vosotros sois participantes conmigo de la gracia.” (Fil.1:7)

En los días de hoy, cuando uno se pone a pensar en un “compañero de milicia”, suele limitarlo a los aspectos temporales como a un programa o actividad dentro de un templo. Pero Pablo comparó el servicio cristiano con aspectos más trascendentales. Como a un campo de batalla, porque allí los compañeros experimentan el mismo esfuerzo, el mismo objetivo, las mismas victorias; pero también los mismos fracasos, heridas, miedos, enemigos, y los mismos sufrimientos.

Bajo esta perspectiva, Pablo consideraba igual todas las aflicciones de los creyentes, y el valor de éstas si se vivían con la fe debida en Cristo. No importa donde estuvieran cada uno ni la forma en la que se estuvieran involucrando en la labor. Todos somos compañeros de milicia. Por esto mismo, cuando escribió su segundo tratado a los de Acaya, les dijo:

 “Y nuestra esperanza respecto de vosotros es firme, pues sabemos que así como sois compañeros en las aflicciones, también lo sois en la consolación.” 2 Corintios 1:7

Qué importante es tener compañeros en la aflicción y en la consolación. Pablo lo sabía muy bien, y siempre lo expresaba: “Tenga el Señor misericordia de la casa de Onesíforo, porque muchas veces me confortó, y no se avergonzó de mis cadenas” (2 Timoteo 1:16). 

Y vaya que yo lo sé también. En estos días, en medio de medicamentos, infusiones, cuidados y descanso, noté que una parte muy significativa en mi fortaleza era el ánimo que recibía constantemente de otros. 

Realmente, me han estado ayudando mucho, sobre todo a no desesperarme, lo cual era una de mis grandes luchas. Son frutos significativos del amor de Cristo que llenan plenamente mi corazón. Me alientan y me desafían. Me levantan y me impulsan. Tienen un efecto notable más allá del entendimiento. Como dijo Marcos Vidal en una de sus canciones:

“No son muchos pero Dios los puso allí, un poquito más cercanos, me los regaló a mí, para hacerme comprender un poco más el calibre del amor de mi Padre celestial. No son muchos, pero no los hay mejores en la tierra, sin temor a los leones en la arena. Sólo pendientes de que alguien me proteja, aunque el precio sea mayor, son amigos, y no tengo que dar nombres o apellidos…”

O esta otra:

“Más fuertes que el acero más puros que el diamante o el cristal. Y sólo la eternidad revelará los golpes que han parado a mi favor, aun sin saberlo yo, cuántas arrugas en sus faldas, por cubrirme a mí la espalda sin temor. Gregarios de Lujo a mi servicio, porque acampan en silencio a mi alrededor”

Sé que esta última letra habla de los ángeles del Señor, pero eso es precisamente lo que son todos ellos para mí (Sé que se sentirán aludidos), son ángeles, mensajeros del amor de Señor. Me confortan y me comunican que Dios está conmigo, por tanto no temeré.

Debemos abrazar a nuestros compañeros de aflicción, pues lo serán también en la consolación. No importa que tan lejos estén. Sobre todo hoy que vamos rompiendo las barreras de las fronteras y culturas. Es cierto que Dios nos fortalece con su fuerza y su poder, pero él también ha querido que dependamos los unos de los otros en el cuerpo de Cristo.

“Compañero soy yo de todos los que te temen y guardan tus mandamientos.” (Salmos 119:63)

Bendiciones en el Amado.